El Kibbutz

Kibbutz: colonia, settlement, asentamiento, rincón elegido dónde alzar la tienda final, dónde salir al aire de la noche con la cara lavada por el tiempo, y unirse al mundo, a la Gran Locura, a la Inmensa Burrada, abrirse a la cristalización del deseo, al encuentro. En la Rayuela, el cielo y la Tierra están en un mismo plano, hay que entrar al cielo a patadas, el zapato patea la piedrita, mirar al mundo a través del ojo del culo, la piedra debe pasar por ahí, llegar al Kibbutz. (Cortázar)

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1/21/2007

Vendetta

EISENHEIM THE ILLUSIONIST

Por: Jonathan Torres

Una película para no perderse es El ilusionista, con la actuación de dos grandes, Edward Norton Dragón rojo, Historia americana X, entre otras) y Paul Giamatti (Entre copas y principal de la serie actual American splendor). Es un deleite para aquellos que todavía creen en la magia a manera de capricho. Y para los más racionales y escépticos, la obra del director Neil Burger pone en tela de juicio esa línea delgada que divide lo empíricamente comprobable de lo insólito. En la magia hay trucos, trampas, engaños, ilusiones, todos llevados a cabo por una mente ávida con la capacidad suficiente de jugar con las demás; empero, también existe una arista oscura e indescifrable que es en definidas cuentas lo que atrae de los espectáculos realizados por verdaderos ilusionistas en lugar de meros prestidigitadores de circo.


Satisface ver que en la película la magia, aunque es la piedra angular, no es la tesis ni el argumento principal. Es evidente que detrás de todo mago bueno en lo que hace hay un trabajo intelectual y espiritural. Un ser que entra y sale de los dos mundos que lo dominan, la realidad y la fantasía. ¿En qué momento la realidad se transforma en fantasía o cuándo la fantasía es obvia y sus secretos deducibles por medio de la razón y la lógica? No se puede estar seguro. Lo cierto es que el eje central del debate está en que todavía se puede creer en mariposas que levantan un pañuelo, naranjos que nacen de cajas de metal y el tradicional truco de la desaparición o el simple adivinar en qué mano se encuentra la ciruela. A la larga a nadie le importa la manera en que la magia se presenta, salvo a los ingenuos y desenamorados. Saber que para que el naranjo parezca crecer apresurado y además con frutos se necesita tan solo un mecanismo de tuercas no le quita lo mágico o increíble.

Por esta razón es que el realismo mágico ya no existe, la realidad puede, a veces, tal vez siempre, superar por insólita a la fantasía. La magia se convierte en un don nacido de la mente y la astucia; Eisenheim el Ilusionista hace precisamente eso, jugar con la mente de todos valiéndose de una inteligencia superior y desarrollada.

Ambientada en Viena, la película abraza al público de principio a fin y no lo deja parpadear hasta que el último truco es revelado. Está muy bien escrita, la música hace bien su papel y la fotografía se encarga de agregar ese toque místico frío y soberbio de una sociedad noble terriblemente científica, absurda y corrupta. Es el retrato de las dimensiones humanas que lindan entre lo demoníaco y lo fantástico, lo pérfido y honorable, cada personaje tiene su hybris, lucha hasta el final contra sí mismo buscando las respuestas que lo atormentan, pero siempre hay ilusión, Eisenheim está presente cual titiritero sobre el escenario y hace de esta película, basada en el libro Eisenheim el ilusionista de Steven Millhauser, una función digna de ser vista.




 
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