El Kibbutz

Kibbutz: colonia, settlement, asentamiento, rincón elegido dónde alzar la tienda final, dónde salir al aire de la noche con la cara lavada por el tiempo, y unirse al mundo, a la Gran Locura, a la Inmensa Burrada, abrirse a la cristalización del deseo, al encuentro. En la Rayuela, el cielo y la Tierra están en un mismo plano, hay que entrar al cielo a patadas, el zapato patea la piedrita, mirar al mundo a través del ojo del culo, la piedra debe pasar por ahí, llegar al Kibbutz. (Cortázar)

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9/17/2006

Vendetta


NO PAGA


Nombre tentador pero propuesta chorro 'e babas


Seguramente ya se habrán enterado de la reciente publicación del libro Bogotá Bizarra, lo cierto es que yo, como amante de este tipo de temas, esperaba algo mejor.

Hablemos del precio, son $43.000 por una guía de espacios extraños y surrealistas, underground. Para algunos, la mención de estos epítetos nos obliga a recordar las publicaciones de Taschen, esa editorial que se ha encargado de ganarse un lugar en el pequeño presupuesto de nombre "para gastar en maricadas", que a la larga son las cosas que más disfrutamos.

Yo por lo menos tengo el The Best of Bizarre, colección de fotografías y artículos de la revista de John Willies, quien puso a los Estados Unidos a excitarse a punta de tacones altos, mujeres sodomizadas y prendas de cuero para nada despreciables. Se trata de hallar lo exquisito en detalles que bien pueden lindar en lo obsceno, sorprender por su sencillez o ser simples símbolos atrayentes debido a su antinomia con valores cotidianos. El caso es que me costó $47.000 y aparte de ser un libro muy bien editado, de estar en inglés y oler bien, su pasta dice: "sí, lo vale".

Volvamos a ese intento por despertar a los inadaptados bogotanos, a quienes nos jartan los planes tradicionales y disfrutamos de un cafecito en San Moritz o viendo a una enana disfrazada de Betty Boop bailando casi sexualmente. Ahora resulta que quieren vulgarizar lo bizarro, pero por lo bajo. Sabroso que esté al alcance de todos, que la créme innée de la sociedad deje un poco el golf, pero habría que pensarlo en términos de calidad y valor de cambio. ¿Es en verdad tan popular como se ve con esa carátula y contenido semejantes a los de un directorio telefónico? Yo no creo. Pienso que más bien las élites se están apropiando de un derecho consuetudinario a conocer el mundo bizarro bogotano por pura curiosidad, por moda, por tener algo chic que hacer en los ratos libres. Ya tienen muchas cosas adornadas, para qué un libro con pasta dura y edición superior a los estándarse comunes.

Hablemos entonces de nosotros, del estudiante universitario que lo quiere comprar pero no ve esa justicia plástica que justifique gastar tanto dinero. Mutatis mutandis, uno compra algo en Taschen porque aparte de sus entrañas, la anatomía externa de los libros es exóticamente seductora. Seamos honestos, deseamos la mayoría de títulos de este género porque son, digámoslo así, únicos en su especie, con ediciones que resaltan, es la pícara vanidad literaria; pero yo por lo menos no voy a pagar más de cuarenta mil pesos por una guía bizarra que se me presenta tan pacata, es la feita del barrio; yo sé que en el fondo es bonita, pero no paga, para eso me quedo con las eternas caminatas esperando encontrar eso bizarro que ando buscando, es más poético y fuera de eso, me quedo con la platica en el bolsillo.

PDTA: Si usted tiene un plan bizarro para recomendar, deje su comentario en esta columna, comparta con sus iguales esa actividad tan amena y hogareña que es levantarle la falda a Bogotá y hacerle a un lado los cuquitos. Por pura mojigatería no hemos querido promocionar este tipo de actividades, pero bueno, ahora que ya estamos en más confianza con nuestros lectores, vamos a ver si responden bien a esta nueva iniciativa, o si por el contrario nos dejan de leer.

 
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